VOS CORRES
EL DOBLE Y YO TE ESPERO LA MITAD
Lo mira, lo
observa fascinada. Lo recorre con su mirada de arriba a abajo; de adentro hacia
afuera. Se lo conoce de memoria.
A cada
momento, se cuelga de sus pensamientos, y comienza a balancearse en ellos... esto
le trae gratos recuerdos, frases, la hace sentir y estremecer; le genera mil
sensaciones.
Lo imagina
siendo, haciendo, dejando.
Lo imagina
siendo dulce, sensible, sabe que es algo posible; en un pasado así era.
Lo imagina
haciendo mimos, caricias. Buscando la manera de acercarse a ella; sería mágico,
da con el perfil de hombre sensible y protector.
Lo imagina
dejando sus miedos de lado, historias pasadas, justamente donde corresponden,
atrás...en el pasado. Lo imagina dejándose querer, cuidar, proteger, amar,
aceptar; ella podía hacer todo eso. Podía aceptarlo tal cual era, por que lo
quería así, loco, soñador, revolucionario.
Ella podía
hacer un millón de cosas hermosas, solo que él no daba el O.K.
Y cuando
caía en la cuenta, él estaba ahí, seguía ahí, en frente suyo; tan perfecto y
adorable, como asustado y cerrado.
En ese
instante el miedo la tomaba por completo, invadía su cuerpo, temía que una
sonrisa se le haya escapado, que su tono de voz y mirada desnudaran sus
sentimientos, dejándola al descubierto. Ella estaba enamorada. Él lo sabía.
Y en ese
momento es cuando de repente... ese terror desaparecía... no había mucho para
esclarecer, nada para desnudar. Ella se despabila, le echa pesticida a sus
pensamientos. Ahí es cuando le habla sin miedos. Ahí es cuando se anima a
rozarlo, a mirarlo, a quererlo y a demostrarlo con los ojos, palabras,
movimientos... ahí es cuando se anima a demostrar, a distancia, pero demostrar al
fin. Ahí es donde lo espera siempre. Ahí es donde el círculo vicioso vuelve a
comenzar.
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