Él era frio, pero algo en su
mirada había cambiado en los últimos meses. Se había vuelto más sensible, más
cálido, más padre. Quizás fue, que luego de hacer un balance (muy diferente a
los que requería su trabajo diario) se dio cuenta del tiempo que había perdido.
Se dio cuenta del paso de los años y las cosas que no había vivido. Su
vitalidad, ya no era la misma que hace unos 8 o 10 años atrás. Lo repetía su
voz cada sábado, lo gritaba su cuerpo cada mañana. Las amarguras, que acarreaba
su trabajo, ya no eran fácilmente digeribles. El crecimiento de sus hijos
marcaba, cada día a fuego, que las cosas estaban en constante modificación. Sorpresivamente,
el espejo reflejaba el cuerpo y el cabello canoso, del típico hombre cuarentón.
Y él recién se daba cuenta, después de muchos años, qué era, en verdad,
importante en su vida.
Se lamentaba no haber
compartido, con su compañera de vida, las lágrimas y risas, que provocaban esas
tres personas que ayudo a crear. Esa personas, que podía asegurar, que años
atrás eran bebes. Podía jurar, que a esas criaturas, solo hace muy poco tiempo,
las podía hacer feliz con un juego de mesa o un simple chiste. Las cosas se
habían complicado, y quizás ahora se daba cuenta de lo difícil que era
guiarlos, aconsejarlos, contenerlos, y más que nada… entenderlos. Era como
entrar a la facultad, sin siquiera un mediocre secundario. Cayó en la cuenta de
que sus bebes, hacía años que ya no compartían las ansiadas vacaciones. Esos hijos
de manera cruel no paraban de crecer. Y no habían esperado a que él despierte
del ensueño maldito, en el que había vivido.
Y hoy se daba cuenta. Gracias a
Dios, Buda el Universo, o andá a saber qué-cosa recapacitó. No tenía una idea
de lo hermoso que era compartir cenas, anécdotas, y las repercusiones de lo
hecho en el día. Y creo que todavía no se dio cuenta de lo mucho que se
extrañaba su presencia. Porque aun que cada tarde volvía a casa, por muchos años
estuvo (casi) ausente. Y si, se lo había extrañado, se lo seguía amando como
siempre. O quizás…ahora más.
Ahora este hombre, que quizás
era así por nunca haber mamado el amor
de la familia, o compartido charlas con sus progenitores, cuando él era más
hijo que padre. Ahora era cuando empezaba a vivir. Ahora que lo material pasaba
a un segundo plano, pero sin quitarle toda la importancia. Ahora que la sonrisa
de sus nenes y la mesa compartida era mucho más rentable, que la suba de la
bolsa. Ahora que se desataba en un debacle económico universal… ahora que
el activo de vida era su familia. Ahora
era feliz. Ahora estaba pleno
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