"Cuando teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron todas las preguntas"

sábado, 2 de febrero de 2013

(...) Desencuentros (...)


[Esto fue robado y guardado el 3 de octubre de 2008, hoy lo leí como tantas veces y me volvió a conmover, es por eso que decidí compartirlo. Si por casualidad su autor llega a leer esto, sólo quiero decirle "no fue lo único que te robé, si los querés recuperar te los paso"]

Prendió un cigarrillo, y la siguió mirando. Todavía no podía creer como después de tanto tiempo la tenía enfrente. Sentada a su lado. Con esa misma mirada tierna y dulce que la caracterizaba. Aunque sus ojos siempre parecían esconder algo. Era misteriosa, y eso a él le provocaba una gran atracción. A pesar de que muchas veces creía descubrir sus secretos, y no la quería ni a diez kilómetros de distancia. Sin embargo eso a él ahora no le importaba; su pretensión era otra. La volvió a observar. Aspiró una gran bocanada de humo y, al mismo tiempo, hechó la cabeza para atrás con los ojos cerrados buscando un poco de relajación.
No estaba seguro respecto de lo que estaba a punto de hacer. Había algo dentro de él que detenía lo que estaba a punto de decir. Sin embargo se animó: "Yo sé que va a parecer una locura, pero...(durante la pausa tuvo el sentimiento de que estaba arrepentido por haber empezado a hablar, sin embargo continuó)...estuve pensando mucho y creo que debemos darnos una segunda oportunidad".
La quietud lo dominó. Ya está. Se la había jugado. Era todo o nada. Es que si bien se hablaban cada tanto, y ella lo histeriqueaba un poquito, haciendo salir ese instinto femenino que siempre está presente en cada una de ellas, no se conformaba con las insinuaciones y las posibilidades. A parte estaba seguro de que esa era una actitud normal de ella porque le gustaba seducir y ser el centro de atención. La conocía y mucho -era una obviedad después de haber estado casi dos años y medio a su lado-.
El silencio se apoderó del bar. Parecía que la música que estaba de fondo y todas las personas que estaban en las otras mesas se habían enmudecido. Encima ella no emitía una palabra, para variar, y su mirada no era para nada alentadora. Estaba muy sorprendida. Los pensamientos en su cabeza fluían a mil. No sabía que decir. De repente rompió el silencio e intentó comenzar a hilvanar una frase: " Estemmm...Mirá...me parece que esto ya lo habíamos hablado...."
En ese momento él sabía que comenzaban a actuar sus hábiles maniobras de huída. Ella era toda una escapista...
"...perdón que me trabo. Es que no sé por dónde empezar. Esto es muy difícil para mí...Yo no estoy bien ahora, y encima vos venís a plantearme que querés volver..."
Sí. Definitivamente quería escapar, pensaba él. Sin embargo un par de palabras lo hicieron cambiar de parecer.
"...Yo te amo"
A él le volvió el alma al cuerpo. Tan sólo con una mísera palabra o mirada se sentía pleno. Se derretía y esas tres palabras eran demasiado. Le devolvían la ilusión.
"...y a su vez, ahora que miro esos ojos me hacen recordar lo bien que estábamos juntos y lo felices que éramos… Pero… la verdad que no puedo meterme en la cabeza, por más que lo quiera, que nosotros dos podamos estar bien, juntos"
Que raro ya pensaba él. Era obvio que no podía decir una cosa linda y sostenerla con el tiempo. Siempre salía con alguna idea pesimista como esa.
“Entendeme, por favor. No quiero que te enojes”
Otra vez el silencio. Y para él otra vez la soledad. A pesar de que tenía sentimientos ambivalentes, porque la había vuelto a ver y también a esa mirada hermosa. Sin embargo ahora lo dominaba el vacío. Se sentía mareado. Como que no podía cargar con tanta angustia. Cerró los ojos de nuevo y hechó la cabeza para atrás. Ya parecía un acto reflejo. Y se quedó. Parecía que su cabeza flotaba en el aire. Miles de pensamientos juntos, unos atrás de otros. Y no sabía qué hacer. Habían sido dos minutos pero a él le pareció una hora.
De repente un ruido muy molesto y repetido lo sacó de su trance. Lo hizo abrir los ojos y volver a mirar. Sin embargo ahora estaba todo oscuro. Ya no estaba en el bar. Ella ya no se encontraba sentada a su lado. Y el cigarrillo que estaba fumando también había desaparecido. El se sintió perdido. Por un momento no recordó dónde estaba. Sin embargo al ver la luz titilando y al evidenciar de donde provenía el sonido cayó. Estaba en su cama recostado. Todo había sido fruto de su imaginación. Y el maldito celular le había quitado la compañía de la mujer de sus sueños, pese a que era real. Abrió el teléfono y gran sorpresa se llevó cuando vio de quién era el sms. Era de ella. Sin embargo él pensó, un sueño, dentro de otro sueño, es demasiado. Miró el reloj. Eran las 3.30 y era casi imposible que ella se comunicara con él ya que no era su costumbre y menos a esa hora. Otra vez su corazón volvió a palpitar a mil. Levantó el mensaje. Y leyó: “Te necesito acá a mi lado. Yo así no puedo más. Te amo mucho. Sos el amor de mi vida”. De repente la incredulidad lo penetró. Cerró la tapa del celular, se dio media vuelta y siguió durmiendo. El amor de su vida se había ido. La había dejado ir. Y a su ilusión también.

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